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Análisis

Spiritfarer

Una aventura de gestión y plataformas esconde una historia que nos golpea con fuerza detrás de unas simples mecánicas

Spiritfarer

La muerte es una parte absoluta e inevitable de la vida. Es la única certeza clara y concisa que tenemos desde nuestro nacimiento, inalterable desde cualquier punto de vista.

Pero, ¿qué sucede si antes de llegar a ese umbral tenemos un último adiós, una partida amena que alivie la carga emocional mientras aflora todo lo que sentimos? Spiritfarer nos plantea una emotiva historia ante la cual difícilmente nos sintamos indiferentes, transformándose paso a paso en un relato que atraviesa de forma personal a cada jugador.

Desarrollado por Thunder Lotus Games, la historia nos pone en la piel de Stella, una joven que se despierta en un bote junto a su fiel gato Daffodil, quien rápidamente conoce a Caronte. Para los que no están muy familiarizados con este nombre y la mitología griega, Caronte es el barquero que, bajo las órdenes de Hades, lleva las almas sin rumbo hacía el más allá a través del río Aqueronte.

Brevemente, este sombrío personaje nos explica que está en vistas de jubilarse por lo que terminamos heredando su trabajo, además de un enorme barco. Navegando por las aguas de este mundo que funciona como limbo entre la vida y la muerte, tendremos que encontrar a diversas almas errantes con el fin de prepararlas para su viaje final hacia el más allá.

Sin embargo, todos los conceptos mitológicos que abundan en algunos compases de su trama, quedan a un costado cuando los diferentes personajes comienzan a decir presente en el juego. No quiero entrar en el terreno de spoilers, pero Stella mantendrá un vínculo con estas almas durante su estadía en el barco que traspasa la pantalla y nos golpea directamente.

Que una de las formas de interactuar con los tripulantes del barco sea mediante un abrazo engloba todo el potencial emocional que encierra Spiritfarer. Cada historia que conocemos trastoca diferentes aristas sociales encubiertas, relaciones familiares fallidas, vínculos amorosos envenenados por los celos y frustraciones que marchitaron oportunidades. Esa sensación de “disfrutar cada momento” se respira en los diálogos y en el peso de nuestras decisiones, que todas tienen un denominador común: acompañar a estos hasta el más allá, siendo el último contacto con la vida misma.

La familia es un núcleo que está bastante presente en el juego y su calor se refleja en los habitantes del barco, cuya demografía mutará dependiendo de cómo progresemos en la aventura.

Spiritfarer es un juego de gestión hecho y derecho, que suma elementos plataformeros para complementar la exploración de escenarios. Más de la mitad de nuestro tiempo lo pasaremos arriba del enorme barco, el cual irá sumando casas a medida de que la población del navío aumente.También hay toda una sección dedicada a los diferentes trabajos de manufactura para farmear materia prima y crear nuevos ítems. Cocina, siembra, herrería, talleres de forja y maderera y una granja. Éstos son sólo algunos de los matices de gestión que tenemos que tener en cuenta para continuar en la aventura.

Para llevar a cabo todas las tareas dentro del juego, Stella cuenta con la Everlight, un orbe de luz polifuncional, que se va transformando en el objeto que precisemos para llevar a cabo la acción. Por ejemplo, si necesitamos talar un árbol, la Everlight se transforma en un extenso serrucho. Cuando es momento de sacar la comida del horno, el orbe muta a dos cómodos guantes para no quemarnos.

La progresión del juego mantiene una estructura que no tiende a modificarse. Con nuestro barco iremos anclando en diferentes islas, algunas con ítems para lootear, otras con npc para interactuar y otras en donde encontraremos almas errantes. Cada una de ellas nos planteará una serie de objetivos a seguir, para luego enviarlas a través de la Everdoor hacía el más allá.

El enorme mapa que conforma el juego estará bloqueado sistemáticamente. A medida que mejoremos el barco iremos habilitando nuevas regiones para explorar, que a su vez ampliará ampliamente el abanico de recursos. De forma paralela, Stella irá sumando nuevas habilidades para volver sobre nuestros pasos a zonas ya exploradas para terminar de encontrar todos los recursos y objetos. Un estilo de metroidvania silenciosamente introducido, el cual estira la vida útil del juego. Una duración que ronda las 30 horas, dependiendo principalmente si queremos explorar todo al 100%.

Rápidamente, hubo varias cosas de Spiritfarer que me llamaron la atención. Por un lado, su potente apartado audiovisual, una paleta de colores armoniosa y precisa que alivianan la compleja temática que atraviesa todo el relato. Un trazado a mano de todos los personajes con los que interactuamos sumado a una fluidez en los movimientos que por momentos nos transporta a la intensidad de una película animada.

En segunda instancia, que todos los personajes que suben a nuestro barco están retratados de forma antropomórfica le da una empatía mucho más cercana a cada uno de ellos. Todas estas almas a la deriva tienen su propia historia personal, miedos y emociones. Son imperfectos, con problemáticas y acarrean mochilas emocionales. Esa diversidad de historias y vínculos con Stella hace que nosotros empaticemos en mayor o menor medida con cada uno de ellos, y llevarlos hacía el último adiós nos dejará una carga interna inexpugnable.

Si bien la cuestión jugable no queda al margen, Spiritfarer apunta su norte hacia otro rumbo. El nivel de dificultad es mínimo, y no hay un margen de error que nos lleve a un game over. El ritmo de la aventura lo ponemos nosotros y el juego te da todas las señales para que su disfrute sea a cocción lenta, que nos relajemos en este viaje y conectemos con la historia que acontece.

No es un juego perfecto, claro está. Muchas veces hay una confusión en los objetivos y no hay una claridad enfática en los recursos que precisamos para avanzar. También hay un cierto desbalance en la progresión, que comienza de forma armoniosa para luego desarrollarse con gran celeridad.

Como otra contrapartida, por momentos sentí una excesiva cantidad de elementos que precisamos farmear para progresar en ciertos objetivos, algo que por momentos me desconectó de las subhistorias de los personajes.

Quiero dedicarle parte de este análisis a cómo Spiritfarer maneja la muerte y el adiós, con una narrativa tan suelta como emotiva, desde un punto de vista incluso educacional para los más chicos. Varios pasajes de la aventura los compartí con mi hija de cuatro años, y justo coincidió en una secuencia en la cual ya había completado todos los objetivos con un personaje y lo llevé hacia el umbral para hacer la transición con el más allá. A partir de ahí pudimos charlar sobre este tema y explicarle esta cuestión tan delicada. La parte audiovisual cumple un factor fundamental en el abordaje, ya que el diseño de los personajes y la artística en general aclimatan el peso de lo que sucede dentro de la narrativa.

Spiritfarer es una de las sorpresas de 2020. Un golpe emocional en un año particularmente marcado por la cuarentena y la distancia social que nos tiene alejados a muchos de nosotros de nuestros seres queridos.

La conexión que logramos con los personajes nos hará emocionar en más de una ocasión, y eso es precisamente lo que busca Thunder Lotus Games en una aventura que deja en segundo plano el desafío y el sentido mismo de la jugabilidad para que sencillamente bajemos algunas revoluciones y recibamos un poco de toda la magia que ofrece este título. Embelesado de punta a punta con un estilo artístico maravilloso, el cual cuida completamente los detalles y una banda sonora que aparece para impactar en los momentos precisos.

por Patricio Casella