La tercera entrega de la franquicia de hackers aporta un baño de frescura al caminar por una Londres en pie de la revolución, pero que repite errores estructurales
Mi relación con las IP de Ubisoft es ambigua. Me enamoré de Assassin’s Creed II, sufrí con Far Cry 3 y luché en todas las esquinas de Washington en The Division 2. Sin embargo, todo ese disfrute con estas entregas tiene un amargo sabor en boca cuando la compañía viene repitiendo un modus operandi para la estructura de sus franquicias hace más de una década.
En los últimos años, no puedo negar que la desarrolladora francesa, a pesar de todos los escándalos internos que explotaron por los aires en 2020, impulsó una renovación en sus juegos de mundo abierto que, en algunos casos, logró funcionar. Assassin’s Creed viene con un importante lavado de cara desde Origins, que luego pasó por el interminable Odyssey y ahora estamos terminando de afilar las hachas para sumergirnos en Valhalla.
Far Cry 5, por su parte, me anticipó una historia impactante con tintes religiosos y políticos en el corazón de los Estados Unidos. Terminó en un tibio relato con alucinógenos en el aire, pero con una adrenalina latente a lo largo y ancho de todo su mapa.
Nunca fui un gran fanático de la saga Watch Dogs. No obstante, el caso de Legion venía con algunas promesas, a priori, más que atractivas. Por un lado, la posibilidad de poder jugar con cualquier NPC a través de un sistema de reclutamiento preciso y detallado, el cual permite sumar adeptos a las filas de DedSec, el grupo de hackers que en este tercer capítulo de la saga recibe su golpe más letal en el prólogo de la aventura. En segunda instancia, una historia que, sin un protagonista definido y más con una bandera que enarbola el lema “todos para uno y uno para todos”, nos pone en una peligrosa cruzada para liberar una Londres futurista, sumida en un caos que el Gobierno de turno no puede manejar y, por ello, pone la seguridad de la ciudad en manos de Albion, una poderosa empresa privada.
Ahora bien, en los papeles, Watch Dogs: Legion no dista de otro sandbox que hayamos jugado en esta generación de consolas. Un enorme mapa, dividido en regiones, el cual atravesaremos de norte a sur en pos de cumplir las misiones principales y ciertas sidequest que surgen para complementar (y rellenar) el contenido.
Sin embargo, mientras el juego me indicaba que comience a librar esta batalla desigual contra las grandes corporaciones, es imposible no perderse en las calles de Londres. Ubisoft viene aportando impactantes recreaciones de diferentes urbes (AC: Odyssey es un claro ejemplo del bestial trabajo que realizan en este campo) y esta recreación de la capital inglesa, que mezcla autos futuristas y drones en cada esquina con la arquitectura emblemática de la urbe, hacen de la exploración un viaje fantástico.
Primero que nada, tuve que acostumbrarme a manejar por la izquierda, un caótico aprendizaje que me llevó varios choques en el camino y más de una persecución policial. Pero no sólo conducir es un placer, la exploración a pie guarda un sinfín de detalles que están ahí para ser descubiertos.
Me resultó bastante llamativa la poca cantidad de minijuegos o propias sidequest para hacer por fuera de la aventura principal. Londres es una ciudad tan enérgica que por momentos se siente vacía, y toda la riqueza de esta travesía se la lleva el reclutamiento ilimitado a las filas de DedSec. Después de algunas horas por las calles londinenses, entendí rápidamente qué todas las zonas del juego tienen algunos objetivos clave que llevan a la liberación de un distrito, y que dentro de ellas podremos infiltrarnos en diferentes locaciones para obtener puntos de tecnología, para levelear y upgradear las diferentes habilidades, máscaras para los personajes y documentación que amplían el lore de la historia.
Esta decisión de no llenar la ciudad de numerosas sidequest y contenido de relleno es un giro de 180° con respecto a lo realizado por la compañía en entregas anteriores de sus franquicias, como Far Cry 5 o AC: Odyssey, en donde por metro cuadrado había algo diferente para hacer. Siento que acá tomaron el camino completamente opuesto.Esa sensación de que caminamos por las calles con el único fin de reclutar personas para DedSec no tarda en hacerse presente durante todo el juego.
La promesa de poder jugar con cualquier habitante de la ciudad es una que se cumple a rajatabla, y Ubisoft consigue con esta arista mostrar una faceta fresca y novedosa. Una apuesta muy ambiciosa que rinde sus frutos por la diversidad de posibilidades, cada uno con su propia profesión (y si no la tienen no dudan en remarcarte que es un homeless) y algunas características compartidas.La chance de reclutar y refundar DedSec desprende un abanico de variantes para ejecutar todas las misiones, que tienen un verdadero disfrute cuando utilizamos todas las técnicas de hacking para infiltrarnos en los edificios cada vez más inexpugnables y peligrosos.
Todos los personajes que podemos controlar tienen un ABC de características, lo que simplifica la experiencia para no entorpecer la cuota de diversión: controlar cámaras, activar puertas, manejar unas simpáticas arañas exploradoras y manipular diversos artefactos serán el denominador común, que luego se desprenderán en cualidades más específicas. Una de las cosas que más me gustó de esta libertad para elegir protagonistas temporales es que su oficio es una llave de acceso para ciertos lugares. Por ejemplo, una de las primeras misiones nos pide que reclutemos un obrero para poder entrar en una obra en construcción, y ese modus operandi también se repite si reclutamos a un policía, que podrá meterse sin ser descubierto en comisarías o lugares restringidos.
Las primeras horas aprendiendo sobre su sistema de reclutamiento me resultaron impactantes. Es increíble poder analizar a cualquier habitante y conocer sobre su profesión, sus hobbies, y principalmente, si están a favor o en contra de DedSec. Ésta es la primera gran barrera para reclutarlos, ya que si odian nuestra organización será mucho más complejo y tendremos que desbloquear una habilidad en particular para simplificar la tarea.
Los que están en contra de Albion serán más fáciles, pero para sumarlos a nuestras filas tendremos que hacer algún encargo para ellos; solucionarles algún problema como si fuésemos una versión futurista de Los Simuladores.
Tener un experto en drones o sicario en nuestras filas simplifica bastante la ecuación en los momentos de infiltración, ya que cuentan con algunas ventajas en el campo del hacking o pueden ser letales en combate. Sin embargo, poder completar misiones con un abogado o un empleado de local de ropa logra ese atractivo lema de “cualquiera puede ser parte de la revolución”.
Al margen de las misiones jugables, lo que más me entretuvo dentro de Watch Dogs: Legion fue ponerme a reclutar personajes. No hay grandes historias de fondo, pero sí un imaginario creado, conocer su agenda, ver qué problemas tienen y lograr que hasta los más detractores de DedSec terminen formando parte de nuestro equipo. Incluso me tomé el atrevimiento de convocar a uno de los tantos vagabundos que merodean en las calles de Londres. No tiene ventajas significativas (e incluso reciben más daño que otras clases de personajes), pero cambiarle la apariencia andrajosa por un look acorde a la estética futurista del juego y comenzar a liberar distritos me pareció un acto de justicia poética ante la desigualdad social que tiene en este universo.
La magia de Watch Dogs: Legion reside en lo micro, en las pequeñas historias de estos ciudadanos que, si logramos convencerlos, se unirán a nuestras filas para combatir la tiranía de un sistema opresor, en un relato que es una venta hermosa de espejos de colores.
La tibieza de Ubisoft para contar historias con connotación política se ve reflejada una vez más en esta entrega. El contexto social y político de esta ciudad se toca poco y nada, en un relato donde escasean los matices. Buenos contra malos, una fórmula que no tiene impacto cuando estamos hablando de un grupo activista (considerado como terrorista ante la opinión pública) que se enfrenta a Albion, esta facción enemiga que tampoco cuenta con grises. Es como si Ubisoft con una mano intentará adoptar el contexto de lucha social contra la opresión y con la otra hace todo lo posible para “evitar” politizar el juego. De hecho, los ciudadanos que vamos reclutando sólo tienen un aporte de color al contexto de la historia y no un peso significativo en el desarrollo de la trama. Para esto último están algunos de los personajes que no controlamos, pero que forman parte de DedSec o de otras organizaciones.
Es curioso lo que me sucedió con su narrativa, porque si bien su premisa es claramente una lucha contra la opresión y abuso del sistema en un “futuro distópico”, con el curso de las misiones ese activismo inicial se ve muy deslucido por una falta de potencia, quedando con gusto a poco. El abuso de la tecnología, el control excesivo de la población con el uso de estas herramientas e incluso la relevancia de los medios de comunicación en la opinión pública son temas que van y vienen dentro de los diálogos y el color de la ciudad, pero son meramente superficiales. Sin entrar en spoilers, los personajes que reclutamos para refundar DedSec terminan cumpliendo encargos, recuperando información, infiltrándose en edificios de máxima seguridad, todo sin aportar una opinión al respecto. Hacemos lo que nos ordenan sin chistar y qué viva la revolución.
Todo el encanto creativo que Ubisoft empeñó para su sistema de reclutamiento y la puesta en escena para realizar de múltiples formas las misiones, choca de lleno cuando levantamos la mirada y notamos lo genérico de sus mecánicas macro. El gunplay es completamente chato y artificial. Si bien es una de las aristas menos implementadas (si jugamos obviamente bajo los lineamientos de infiltración y hacking), ya que en pocas misiones será un requisito excluyente, no está bien trabajado. Por un lado, las físicas de las armas se sienten todas prácticamente iguales, como también su potencia de fuego. Quizás hace algunos años el reproche hubiese sido menor y las comparaciones suelen ser odiosas, pero otros exponentes del género (sin mirar hacia otras empresas, el gunplay en The Division 2 es ampliamente superador y realista) lograron elevar la vara en este aspecto.
Además, las secuencias de tiroteos son las menos atractivas y le quita esa gracia que rodea a Watch Dogs: Legion, donde la infiltración y las herramientas de hacking son las cartas más atractivas de su propuesta. Entiendo que esta arista era necesaria para la fórmula de las aventuras de mundo abierto, tiene que haber cierta libertad para aportar la cuota de acción y disparos, pero en la balanza tira para abajo el resultado final.
Y si eso rompe parcialmente la experiencia, la leveza del sistema de sigilo termina de romper la inmersión. No estoy hablando de una mecánica accesible, sino de una permisividad grosera, al punto tal que es posible tener enemigos a metros de nosotros sin que noten nuestra presencia. Encima, una vez que vayamos sumando nuevas habilidades y técnicas de hackeo, el nivel de accesibilidad continúa aumentando drásticamente, lo que le quita cierto encanto al desarrollo del juego.
Si hacemos retrospectiva, Watch Dogs: Legion es la mejor entrega de la franquicia gracias a esos pequeños detalles que enaltecen la propuesta y a su sistema de reclutamiento, el cual de verdad me sorprendió por lo bien que funciona. Al unir todas las piezas, la experiencia me dejó un cierto sabor agridulce, pero prefiero quedarme con las buenas intenciones que planteó Ubisoft.A pesar de algunas cuestiones muy chocantes, apostó por algo diferente. Al final de cada partida, me dejó con ganas de volver a Londres.
Desde 2017 la compañía francesa está buscando un cambio de aires para sus franquicias más importantes. Lejos en el tiempo quedó el mote de Bugisoft, y en las últimas entregas intentó apostar por pequeñas y medianas innovaciones dentro de las estructuras ya establecidas.
En Watch Dogs: Legion hay una apuesta clara por presentar nuevas mecánicas que aporten experiencias frescas, pero le falta patear el tablero para realizar un salto de calidad definitivo. Aún así, Ubisoft cuenta con las herramientas y las mentes creativas para pisar fuerte en la próxima generación de consolas.
Watch Dogs: Legion fue revisado en PlayStation 4 usando una copia digital facilitada por Ubisoft.
por Patricio Casella