Mother es una saga de JRPG que no tuvo éxito más que como potrero de posteriores éxitos. En el ámbito del RPG Maker (2003) hizo escuela, tanto en sensibilidades de diseño como en sentido de humor y emocionalidad dramática. Yume Nikki (2004), Lisa (2014), Undertale (2015), off (2008), Omori (2020), todos hijos de la trilogía. También encontramos su huella en otras cosas menores –el exagerado morbo alrededor de la batalla final contra Gyigas en Earthbound o su presencia en Smash.
La saga de Shigesato Itoi tiene como principal componente distintivo su aplicación de la estética yanqui (la americana, sobre toda la de los 50s, como en Fallout) para armar su escenario de juego –en vez de ir a un imaginario pseudo medieval o cyberpunk como Dragon Quest o Final Fantasy; o directamente adaptar completa o parcialmente el Japón contemporáneo, como Persona o Pokémon.
Los primeros dos juegos ocurren en Eagleland, la tierra de las águilas, y sus protagonistas son niños del vecindario, del pequeño pueblito, que se embarcan a salvar al mundo de los aliens. Más Stranger Things (Netflix, 2016), E. T. (Spielberg, 1982), It (ABC, 1990), Stand By Me (Reiner, 1986), que El viaje hacia el Oeste (siglo XVI) o Nausicaa (Miyazaki, 1984). Por eso es también paródico, hay un tono de decepción y cinismo que invade el humor y la sensibilidad: los policías son todos corruptos o violentos, la familia tipo es un modelo en el que el padre es un patán o brilla por su ausencia, todos los empresarios poderosos son vacuos materialistas estúpidos, y los inventores son ególatras aislados de la moral y las tendencias del mundo. En ese sentido, es un calco 1:1 de la realidad del capitalismo tardío.
Pero Mother 3 pasa después. Luego de las dos invasiones de Giygas (antagonista principal de los dos primeros juegos) a la Tierra, luego del fin del mundo traumático de Earthbound, quizá cientos o miles de años después.
En el idílico pueblo de Tazmilly, situado en las islas Nowhere, ocurre una tragedia: Hinawa, madre de Lucas (protagonista) y Claus y ama de casa, muere a manos de un drago, una especie de tiranosaurio pacifista modificado tecnológicamente. La familia es destruida por esta tragedia: Lucas cae en una profunda depresión, su hermano Claus desaparece y su padre Flint no puede hacerse cargo de Lucas por buscar a su otro hijo.
A su vez, el mundo empieza a cambiar: la gente pasa de vivir en pueblos aislados a ser parte de un esquema industrial, de ciudades, carreteras, fábricas, vías férreas y consumo en masa; de la mano de Fassad y el Pigmask Army no sólo la vida humana en Nowhere es modificada gravemente por la tecnología, sino también la vida natural: los animales y plantas están siendo transformados en quimeras, amalgamas monstruosas ciborg –sin considerar el daño al medioambiente.
Pero, ¿por qué el mal es ahora representado de forma tan literal como nuestra vida, tecnológica y mecanizada? ¿Por qué el giro hacia Ted Kazcinsky?
Rousseau es conocido por sus ideas políticas. Entre ellas, la idea de que el humano salvaje era inherentemente bueno: el “buen salvaje”, solitario (“errante en los bosques […] sin necesidad alguna de sus semejantes” [1923, p.29]), ignorante (“sólo tenía los sentimientos y las luces propias de ese estado […] su inteligencia no progresaba más que su vanidad” [Ídem]) y compasivo (“la piedad es un sentimiento natural […] ella substituye en el estado natural a las leyes” [p.26]).
Rousseau afirma que lo que corrompió a la humanidad fue el surgimiento de las técnicas –la agricultura y el uso del metal– que permitieron la explotación de la tierra, y por ende, la fundación de la propiedad privada de la mano de un Estado que existe sólo para proteger esta riqueza. “El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y halló gente bastante simple para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil […] cuántas miserias y horrores se habría evitado al genero humano aquél que hubiese gritado a sus semejantes […]: ‘¡Guardaos de escuchar a este impostor […]!’” (p. 31)
En esta condición, las artes –literatura, cocina, confección, etc.– se desarrollan para la vida cómoda de unos pocos vanos, la técnica y la ciencia son sólo para mejorar la producción, y los masivos pobres son brutalizados, corrompidos por el sistema, de ahí que no puedan “desandar el camino”. En Contrato Social, Rousseau es muy preciso con que sólo una humanidad digna puede fundar una digna sociedad, por lo que la desigualdad (siendo la Francia de los Luises el país al que más criticaba) corrompe profundamente a la humanidad.
El desarrollo de Rousseau es antecesor al marxismo y su teoría de la alienación capitalista. Según esta última, a los trabajadores se les niega lo constitutivo de su humanidad, su trabajo, al quitárseles sus productos manufacturados y forzarlos al trabajo en conclusiones inhumanas: “La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como entrañamiento, como enajenación.” (1844) Lo de Rousseau también es anterior a la determinación de la superestructura cultural-Estatal por la estructura económica (que la vida social e institucional están predeterminados por las relaciones económicas materiales): “La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos […] tal y como realmente son, […] como actúan y como producen materialmente.” (1846)
En las islas Nowhere, la vida comunal de pastores y artesanos era idílica, con una prisión que nunca se usó para nada, cada uno dueño de su producción, nadie gobernando sobre nadie. Pero con la invasión de Fassad se impone el comercio con dinero y la implantación del trabajo fabril, y los ancianos pasan de vivir en casas a vivir en un único asilo a las afueras del pueblo y en malas condiciones. Ya nadie es dueño de su trabajo sino que está todo el día en una fábrica para luego volver y sólo tener la televisión como consuelo.
Rousseau abría el Discurso sobre el origen de la Desigualdad con la imagen de la estatua de Glauco, a la que el paso del tiempo dañó hasta que ya no podían reconocerse las facciones, dando a entender que la desigualdad deformó la condición humana: puede darse la imagen con Claus, el hermano perdido de Lucas, que viste una máscara metálica y tuvo su cerebro lavado para ser un super-soldado del ejército Pigmask. Y ni hablar de la expresión cerdo capitalista y la síntesis porcino-burgués industrial.
Contra el instinto comprensible de querer redimir a la tecnología en esto (igual, guarden la consideración para luego), podemos ir al trabajo de la Escuela de Frankfurt. Adorno y Horkheimer culpan a la Ilustración de la destrucción provocada durante las guerras mundiales y los regímenes autoritarios, pero no ponen el origen de estos males en la Ilustración en el siglo XVIII, sino más atrás: en la Antigüedad Griega, en La Odisea.
Los autores lo sintetizan en la imagen de Odiseo atado al mástil, escuchando las sirenas mientras sus remeros trabajan empujando la nave gracias a la cera en sus oídos. Ellos trabajan, él disfruta, al igual que en su isla de Ítaca: Odiseo se enriquece, Odiseo gobierna, y que el resto trabaje. “La humanidad ha debido someterse a cosas terribles hasta constituirse el sí mismo, el carácter idéntico, instrumental y viril del hombre, y algo de ello se repite con cada infancia.” (1994, p.86) De ahí que para la dupla de Frankfurt, en la racionalidad y tecnificación de la Ilustración, su fetiche de ello, se sembraron las semillas de Auschwitz.
La otra cara del siglo de las Luces es el Marqués de Sade, “el entendimiento sin la guía del otro, es decir, al sujeto burgués liberado de la tutela.” (1994, p.134) La intervención mecanizadora oculta como sombra un espíritu de dominación y disfrute con el esfuerzo y sufrimiento ajeno. (Para la Ilustración, sí vendría a ser poesía “ver la carne transpirar”.) Así, el ejército Pigmask no sólo tiene acciones que de base pueden considerarse sádicas, sino que son una horda de bravucones, que andan a sus anchas maltratando a todo el mundo sólo por tener una cuota de poder –sobre todo Fassad con el mono Salsa, a quien electrocuta como quien no quiere la cosa.
Pero Adorno y Horkheimer no son los únicos alemanes que hablaron sobre los peligros de la tecnología industrial, no señor. Heidegger, el autor del capital Ser y Tiempo, avisaba ya del peligro de la tecnología industrial. Todas las cosas técnicas que inventa el humano son como las palabras para Heidegger, poseen como referencia última a la humanidad que las inventa para su uso. (2023, p.90) Sin embargo, en La pregunta por la técnica, Heidegger da a entender que hay una diferencia cabal entre la artesanía y el producto industrial. La primera revela el contenido esencial de los materiales en los que se basa: “El producir acontece solamente cuando llega lo velado a lo desvelado […] lo que nosotros llamamos desocultar.” (1996, p.120) El segundo provoca directamente las energías naturales para aprovecharlas, no revelando lo que poseen.
Carl Schmitt, jurista que en “La era de las neutralizaciones” postulaba que la tecnología era la nueva, y última, zona neutral -en el sentido de que, por ejemplo, ante un Estado tolerante para las religiones, este es un ambiente neutro-, a-ideológica, del mundo, sobre todo en su capacidad de destrucción. “La técnica es siempre sólo instrumento y arma, y porque sirve a cualquiera no es neutral. […] Cualquier clase de cultura, cualquier pueblo y cualquier religión, cualquier guerra y cualquier paz puede servirse de la técnica como de un arma.” (1991, p.118)
La bomba atómica ignora si la lanzan soviets o yanquis, los drones pueden ser israelíes o iraníes. Que es, a efectos prácticos, lo que hace el ejército Pigmask: corrompen los animales, plantas y personas para sacar de ellos armas de combate –y sin necesidad realmente, tienen tanques, aviones, robots. Entre sus filas está Claus, uno de los pocos usuarios natos con PSI –poderes psíquicos– y por ende el alfil más poderoso del ejército. De ahí que haya sido mecanizado y tenido su cerebro lavado como un mero esclavo.
¡Ojo! Suenan las alarmas de nazismo, acabamos de citar defensores intelectuales del nazismo (Heidegger y Schmitt, uno desde lo intelectual “occidental” y el otro desde lo jurídico). ¿A dónde terminamos? Bueno, estas ideas ecológicas, muy lindas, de que hay una buena tecnología y otra mala que corrompen el medio ambiente o lo salvan y revelan a lo humano (ya saben, que hacer una cabaña a la vera del río es bueno y la radiofonía es el anticristo, la cosa sana), bastante correctas (ponele), tienen su lado, digamos, ¿cuestionable? Y a una narrativa reaccionaria del tipo “volvamos al pasado mejor” se le puede agregar un “pulgar verde” (al puño de hierro): el propio Kazsinsky -conocido por su manifiesto contra la perversión industrial- era bastante reaccionario más allá de los memes anarcoprimitivistas, Anders Breivik y otros varios terroristas tuvieron como parte de su fundamentación la destrucción del medio ambiente a manos del “judaísmo internacional pro industria”.
Sobre todo, y sin caer en casos específicos, porque hay una idea de regreso a un pasado puro e impoluto que tocaría analizar. El pasado sin capitalistas, y sin tecnología de destrucción y producción masiva, ni gente que pensara distinto de uno o se viera diferente, ese lindo pasado.
Siento que Mother 3 plantea su premisa de una forma tan idílica justo para deconstruirla y hacer que uno no se la tome tan en serio: al final de cuentas, sigue siendo el mismo mundo que los aliens invadieron y destruyeron ,y la misma humanidad que ya tenía problemas antes que los aliens. Giygas invadió y volvió violentos con sus poderes psíquicos a los animales, plantas y personas, pero la violencia y la desigualdad ya estaba, sólo terminaba de desatarse: ya había capitalismo, crimen, una sociedad desigual.
El padre de Ness, el protagonista de Earthbound, es icónicamente un teléfono: trabaja todo el día y no está presente nunca, por eso su presencia se reduce a comunicaciones telefónicas. Ahí caí en la lógica de que esto era una Utopía: más por descarte y por lo inconsistente que vendría a ser todo que por otra cosa. Luego me di cuenta que todo esto ocurría, literalmente, en las islas Nowhere; esto es, las islas “de-ningún-lugar”. Es la traducción al inglés más o menos literal del neologismo griego de Moro cuando titula su texto, Utopía.
Considerando a José Luis Galimidi (2024), la utopía es un ejercicio teórico por el cual uno admite que la sociedad que uno habita es una en la que el ejercicio del poder -como violencia, fuerza legal, jerarquía- se da de tales o cuales formas. A partir de ellas, se postula nuestra versión óptima posible de ese ejercicio: el poder y la vida social van a seguir estando, pero esta sería la versión correcta. Casi siempre, de forma sarcástica o irónica: Moro literalmente le pone a su mundo perfecto “el-no-está-ninguna-parte”, al lado del río “sin-agua”, gobernada por alguien que “no-tiene-pueblo” desde una ciudad capital “sin-muros”. Hay entonces, en el planteamiento utópico siempre el resabio de dudar de la posibilidad utópica de plano: el presente da lástima, podría ser mejor, acá te planteo cómo, en base a estas críticas que sólo pueden surgir de reconocer el presente como tal.
Este poder de la violencia y su redefinición de la realidad es el mismo que contienen las “agujas de las Magypsie”: las islas de Nowhere son lo que quedó del mundo de Mother, todos los demás continentes fueron destruídos por Gyigas, y lo que se salvo de la humanidad reside en estas islas que son, literalmente, la espalda de un dragón durmiente. Dragón dormido por las susodichas “agujas de las Magypsie”, que, como dice la profecía -siempre hay una- van a desatar el fin de los tiempos cuando sean extraídas, dependiendo de que las saque alguien bueno o malo. Despertar al dragón dormido va a desatar la destrucción final. O la verdadera utopía, no se sabe. Depende si las saca Claus o Lucas.
Nowhere es el resto del resto del mundo de Mother que aparece en los primeros dos juegos, de la misma forma que el Pigmask Army de Porky es el resto del resto de Giygas, los cómplices que sobrevivieron. Tazmilly se compara al pueblo sacado de Stephen King de Mother ½, a sus urbes industriales e inhumanas; inicia como algo utópico pero que luego es corrompido: finalmente el pueblo es abandonado para ir a la ciudadela industrial del Pigmask Army.
Pero si no está en Utopía el pasado dorado y puro que nos hace tenerle un miedo irracional a la tostadora, ¿dónde está?
En la Biblia, ¿dónde más va a estar? Incluso con las tradiciones más anti-cristianas: el “retvrn” de la derecha a un pasado nobiliario no puede divorciarse de una lógica de volver a los “buenos tiempos”; buenos tiempos que sólo existen en los libros. Y sobre Rousseau y el Marxismo, ya es directamente pornográfico que la idea de que antes de la sociedad todo iba bien y la humanidad era buena es, literalmente, el jardín del Edén –Benjamin fue bastante letal con eso, con que el androide del materialismo histórico contiene como conductor un ángel (2008), aclaremos-.
Todo se quebró cuando algún hijo de su madre quiso adueñarse de algo natural que no le correspondía: en el marxismo-rousseanismo, del trabajo y la manufactura extraída de la naturaleza, en el Génesis, del fruto del bien y el mal. Esta última, a su manera, encierra la lógica productiva-extractivista: Adán y Eva quieren ser como Dios, quieren juzgar y redifinir su creación: el “primer propietario”, el primer estafador, redefine con su vanidad el orden natural del mundo para el resto de las personas al introducir el mío y el tuyo (como Adán y Eva definirían el bueno y el malo).
¿Qué provoca la caída de la humanidad, de Adán y Eva y su estirpe? La serpiente –posteriormente interpretada como Satanás y el Anticristo– que les sugiere, les convence de que con el árbol del bien y el mal van a ser como Dios. Igualmente, eso hace Gyigas: el ser psíquico más poderoso del universo tiene como primera fase de su invasión el asalto telepático contra la flora y fauna para desatarlos violentamente. Porky -y otros villanos de Earthbound- se pliegan a su causa justo para adquirir poder.
Distinto es ya el speech y el medio de Porky y Fassad en Mother 3: Fassad convence a los habitantes de Nowhere de que adopten la tecnología industrial, la televisión y el capitalismo para ser felices, mientras que el ejército Pigmask transforma la naturaleza previamente pacífica en una bestial, no con poderes psíquicos directamente (Giygas está muerto para esta entrega) sino con una intervención literal sobre ella, mecanizadora.
¿Y más allá de la Biblia, más allá de la izquierda y la derecha y sus versiones del pasado basado y armonioso frente al presente que da vergüenza, no hay una explicación de este fenómeno? ¿Y por qué toda la saga se llama “Madre”?
Oh no, fuimos de la Biblia a Freud, hay que matarse. Todos los juegos tienen la misma premisa originaria de una separación traumática de un personaje para con su madre. Mother y Earthbound/Mother 2 tienen como enemigo a Giygas: Giygas era el alien con más grandes poderes psíquicos, y como el resto de los aliens le temían, secuestraron a los abuelos de Ninten, eventual protagonista del juego, para que se hagan cargo de criarle. El abuelo escapó para preparar a la humanidad contra la invasión alien, pero la abuela, Mary, no: se quedó, murió de vejez, y pasó a ser la “Reina María”: los poderes psíquicos de Gyigas crearon un reino a la altura de su ternura (y de su trauma de perderla) para que viva para siempre. Pero Ninten pisotea eso y derrota a Giygas, que entra en tal semejante trance de odio y tristeza que se transforma en el feto pasado por licuadora que conocemos de Earthbound.
En Mother 3 esto ya lo vimos, es claro: Hinawa se murió, Claus se perdió buscando el poder para no volver a sufrir, Flint se ausentó buscándolo (sin saber que lo secuestraron), y Lucas entró en un brote de llanto por el cual todos lo ridiculizaron. Pero eso es lo que lo salvó, en tanto gracias a ello pudo afrontar el trauma, tener un periodo de duelo para superar la pérdida -y ya que estamos, tomar el rol protagónico que le correspondía. La madre y la infancia en general pensada como “Edén” (y no entremos en el término “jardín de las delicias”) que luego termina en la caída de la adolescencia y adultez es, al igual que pensar que la prehistoria o el medievo era el paraíso del amor, consecuencia del olvido. Un tiempo que parece sin dificultades ni complejos sólo porque uno recuerda una versión parcializada, o cayendo en la “paz” uterina, de la que uno puede recordar nada más que el silencio (el mutis de la muerte del Thanatos). Toca ponerse los pantalones de tipo grande y admitir la falsedad de eso. De la misma forma que a veces hace falta llorar.
Lucas se salva porque llora. No llora como Giygas lloraba. Giygas era un caso imposible de salvar: poderes psíquicos tan fuertes que devenían en un monismo materia-mente. Sus propios se alejaron por miedo y quienes le criaron no tenían ni idea de qué hacer con él salvo ser encantadores por miedo de que estalle. (Quizá, sólo quizá, Mary de Eagleland, se equivocó, pero tampoco es que pudiera hacer otra cosa).
Lucas sufre la muerte de su madre y el fin de su familia, quedando él y su perra solos a efectos prácticos, pero sólo sufre el fin de su primera familia. La party de Mother 3 es más que una party, es una familia ensamblada, compuesta por tres personas que justamente vienen de familias no tradicionales: a Duster no se le conoce más pariente que un padre violento, y a Kumatora la criaron ocho drag-queens/intersex/”no está claro, perdón”, las Magypsies.
La razón por la que Shigesato Itoi puso en Mother 3 a un tipo con la pierna coja y que lxs guardianxs del mundo mágico sean todos individuos de género no precisable es la misma razón por la que Yoko Taro inventó personajes como Kainé o Emil en Nier (incluso los perversos de Drakengard): son parte de la experiencia real del mundo. Están ahí, quizá uno no se los cruce muy seguido, pero existen, con preocupaciones y problemas mucho más parecidos a uno de lo que uno podría darse cuenta. Si bien las Magypsies caen en varios lugares cuestionables y comunes, sobre todo el que sean guardianas del poder PSI desde lo queer como raro, son inofensivxs y personajes muy entrañables de la historia. Fassad es un villano tan interesante porque era unx de ellxs, se unió al ejército Pigmask para terminar con el mundo, y su reconversión se signa como un macho agresivo. Como se hace cómplice de un orden violento, se pone a performar para ello, a su altura.
De la misma forma que la Eagleland de Mother y Earthbound era una buena imagen de Estados Unidos por su profundo sentido de parodia y cinismo, lo mismo pasa acá: las islas Nowhere no son una utopía y ni siquiera eran un lugar sin tecnología –sólo no tenían industria del siglo XX.
Para nada se puede culpar a la tecnología de las cosas que ella hace, sino a los humanos detrás de ella. El ejército Pigmask no es maligno por usar tecnología, sino porque, ah sí, quieren destruir el mundo. Que haber, dando vuelta a toda la sección del medio del artículo: es tan artificial el violín Stradivarius artesanal como el que hace una fábrica en Kentucky, no lo produjo la naturaleza para nada. Las personas de Tazmilly no eran perfectas antes, Fassad las convence por algo. Simplemente vivían de una forma y luego aceptaron vivir de otra, y la otra implicó serias consecuencias, sí, pero que la aceptaron, la aceptaron.
Les prometieron felicidad y por eso se vendieron. Al igual que Gyigas creando Magicant con su imaginación, le dieron la espalda a la realidad. Las utopías son para reflexionar sobre el presente, para ver lo que hay ahora, con lo bueno y con lo que tocaría resolver.
Bibliografía
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Galimidi, J.L. (2024). Clase: Utopía. En Filosofía Política en el Cabildo. Humanidades UNSAM: https://www.youtube.com/watch?v=f0HsncBYJzA.
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Horkheimer, M. & Adorno, T.W. (1994). Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Editorial Trotta.
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Moro, T. (2011). Utopía. Editorial Círculo de Bellas Artes, España.
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Safi, M. (2023). Por qué el peligroso manifiesto anti-tecnología de ‘Unabomber’ está de moda. Recuperado en: ElDiarioAr, https://www.eldiarioar.com/mundo/the-guardian/peligroso-manifiesto-anti-tecnologia-unabomber-moda_1_10326887.html
Schmitt, C. El Concepto de lo Político, C. Schmitt, Alianza Editorial, 1991.
por Rocco Fregoti